En comunión con toda la Iglesia que, en torno al primer domingo de Adviento, ha iniciado el Año de la Vida Consagrada, nuestra Iglesia de Navarra ha vivido el pasado 29 de noviembre una jornada inaugural muy significativa que tuvo como marco dos lugares muy emblemáticos para la Vida Consagrada en esta tierra: el milenario monasterio de San Salvador de Leyre, el núcleo de vida consagrada monasterio más antiguo de Navarra, y el castillo-santuario de Javier, cuna de San Francisco Javier, el religioso y misionero navarro más universal.
Esta memorable jornada, que contó con la participación de unos trescientos consagradas y consagrados de toda Navarra, dio comienzo en el monasterio de Leyre a las 10,30 de la mañana con una fraterna recepción por parte del P. Abad y la Comunidad. La celebración comenzó con una sonora «campanada» -en expresión del Papa Francisco- que acompañó todo el rito inicial que se abrió con una procesión hasta la iglesia abacial mientras se cantaban las letanías de los santos, con un recuerdo muy especial a los santos vinculados a la Vida Consagrada. La procesión finalizó con una «estación» frente la Puerta de la Iglesia ante la que se proclamó el pasaje evangélico en el que Jesús se denomina a sí mismo como «Puerta», como la única puerta que conduce a la salvación. Y tras esta significativa lectura y una oración alusiva al momento la puerta de la iglesia se abrió de par en par a modo de «Puerta Santa» como símbolo de la apertura de este Año de la Vida Consagrada. Toda la asamblea fue haciendo su entrada mientras cantaba Pueblo Reyes acompañado por los majestuosos acordes del órgano.
Tras este solemne inicio de la celebración, el P. Abad del Monasterio, Dom Juan Manuel Apesteguía, pronunció un saludo de bienvenida a todos los presentes en nombre de la Comunidad Benedictina y tuvo un recuerdo especial para las monjas contemplativas de Navarra. A continuación tomo la palabra el P. José Mª Fonseca, OFM cap., presidente de CONFER de Navarra, que presentó el Año de la Vida Consagrada. Después de unos momentos de recogimiento acompañados por el órgano dio comienzo a la solemne celebración de la Eucaristía presidida por el Sr. Obispo Auxiliar, D. Juan Antonio Aznárez, que estuvo acompañado por un buen grupo de religiosos concelebrantes. Durante la liturgia, muy participada por toda la asamblea, se alternó el canto popular con el gregoriano (el «coro» fue la asamblea misma de consagrados). También intervinieron distintos religiosos y religiosas en la proclamación de las lecturas de la Palabra, en la oración de los fieles y en la presentación de las ofrendas eucarísticas.
El Sr. Obispo en su homilía nos recordó a los consagrados nuestra vocación a ser «luz» y «sal» de la tierra. Seguidamente tuvo lugar un rito especialmente emotivo para todos nosotros. Primeramente se fueron encendiendo las candelas que portábamos todos los asistentes con la llama del cirio pascual. A continuación el Sr. Obispo evocó nuestro bautismo y asperjó prolongadamente a toda la asamblea con agua bendita. Finalmente los consagrados, portando con nuestra candela encendida la «Luz de Cristo», renovamos nuestra consagración a Dios ante la Iglesia, representada por el Sr. Obispo, con un firme “sí quiero” que resonó a una sola voz en las artísticas bóvedas de la iglesia.
Durante la consagración se acercaron hasta el altar, junto al oficiante principal, el P. Abad de Leyre, el Sr. Vicario Diocesano para la Vida Religiosa, D. José Antonio Zabaleta, el Presidente de la CONFER regional de Navarra, y el P. Francisco Sánchez, Abad emérito del Monasterio Cisterciense de La Oliva y antiguo presidente de CONFER.
La celebración concluyó con un entrañable acto mariano. Una monición, la oración a la Virgen del Papa Francisco en Evangelii gaudium precedieron al canto de la Salve a la que es amparo y modelo de la Vida Consagrada, Maria. Concluida la misa hubo un momento privilegiado de oración personal (pero todos juntos) que tuvo por telón de fondo una audición de tres selectas piezas de órgano a cargo del organista D. José Luis Echechipía.
Y de la contemplación a la misión, de Leyre a Javier, en donde se hizo presente nuestro Arzobispo, D. Francisco Pérez, que nos acompañó hasta que concluyó la jornada. En Javier compartimos un fraterno y animado almuerzo donde pudimos departir todos los consagrados de la Iglesia de Navarra de tan distintos carismas. A primera hora de la tarde hubo una nueva cita en la basílica de Javier, emplazada en el lugar que nació el santo. Tras cantar el himno a San Francisco Javier el P. Rector de los jesuitas saludó a los presentes y dio comienzo la conferencia titulada «¿Una grieta para la esperanza?» impartida por la religiosa teresiana Fátima Gil: Claves de Teresa para descubrir la esperanza en nuestra sociedad, para mirar y vivir con esperanza nuestra Vida Religiosa y para comprendernos con esperanza y querernos más a nosotros mismos. Iluminó las circunstancias actuales a la luz de algunos textos de Santa Teresa de Jesús, una de las más grandes figuras de la Vida Consagrada en nuestra historia, cuyo V Centenario estamos celebrando.
Como despedida de esta significativa jornada tomó la palabra el Sr. Arzobispo, que primeramente nos agradeció a todos los religiosos y religiosas presentes en Navarra nuestro compromiso evangélico y nuestra implicación en las distintas tareas apostólicas en las que participamos, y nos exhortó a centrarnos más y más en Cristo. Con unas emotivas palabras de aliento y de ánimo, y como Pastor de nuestra Iglesia nos envió a todos los consagrados a la misión, impartiéndonos finalmente su bendición.
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